Un plato, un tenedor

La copia: Tenedor, Madrid 2020.
EXIF: Cámara Nikon D80 · 90mm · f8 · 1/6 · 100 ISO · sin flash – con trípode

Decía André Kertész «Yo interpreto mis sensaciones en un instante determinado. No lo que veo, sino lo que siento». La fotografía del maestro no es del tipo que triunfaría en Instagram. No hay fuegos de artificio ni grandes sorpresas visuales. Hay quietud, hay poesía, hay delicadeza y sobre todo muchos sentimientos.

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La luz en Roma (I)

Dicen que París es la ciudad de la luz, pero, sin atreverme a negarlo, diré que para mi Roma tiene una luz tan especial que nada tiene que envidiar a la capital francesa.

Sin embargo para mí los dos casos son muy distintos. Es algo muy personal. Para mí, París es azul, plata, tonos fríos. Roma es amarillo, ocres, colores cálidos. Supongo que es una relación bastante obvia.

Siento una especial debilidad por Roma, no puedo negarlo. Los atardeceres romanos tienen un tono amarillento que resulta muy fotogénico. Si a todo ello le añades las innumerables vistas, monumentos, ruinas, la mezcla es extraordinaria. Sin embargo en esta ocasión quiero centrarme en las otras cualidades de la luz, más allá del color. He recopilado una serie de fotografías realizadas en Roma en blanco y negro.

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Las nuevas quimeras

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Eagles

EXIF: Cámara: Nikon D80 · 250mm · f9 · 1/320” · 100 ISO · sin Flash ni trípode.


Ya no se construyen catedrales, y no hay quimeras que adornen los aleros de las fachadas. Pero aún es posible encontrar algunos elementos que recuerden de alguna manera aquellos adornos, aunque con motivos distintos.

El edificio Chrysler de Nueva York, en la confluencia de la calle 42 con la avenida Lexington, fue el edificio más alto del mundo durante solo 11 meses, hasta que se lo arrebató el Empire State.

De estilo art deco, posee esa añeja belleza de lo moderno con aire antiguo o de lo antiguo a caballo con otra época. La fachada está adornada con diversos motivos, desee tapacubos o adornos de capó a las famosas águilas de la planta 61.

Son las modernas gárgolas o quimeras que emulan las de las catedrales góticas.

Graffiti

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God save the queen

EXIF: Cámara: Nikon D80 · 55mm · f5,6 · 1/80” · 200 ISO · sin Flash ni trípode.


El graffiti, de gamberrada vandálica a arte callejero. Según a quien preguntes recibirás una respuesta. Sin embargo no se puede negar la existencia de ciertos valores artísticos en, al menos, algunos de ellos. Y desde muy pronto, la fotografía fijó su mirada en ellos. Brassaï tuvo casi una obsesión con los graffitis, ya fueran cincelados sobre la piedra o pintado sobre todo tipo de paredes.

Por lo parte, siempre me ha gustado fotografiar algunos de los que encuentro por la calle, mientras deambulo como turista. Este lo encontré en Florencia, en una estrecha calle cerca del duomo.

Me pareció interesante y divertido. Espero que el tiempo lo respete, (y florentinos y foráneos también).

God save the queen.

The North American Indian

053-curtis-1905-oasis-en-el-yermo«Oasis en el yermo» Fotografía del jefe Red Hawk (Edward Curtis – 1905)


Cuando hoy en día vemos una película de “indios y vaqueros”, sobre todo si pertenece a la época dorada de Hollywood y al momento de máximo esplendor del género “western”, no estaría de más recordar que gran parte de la imagen del nativo norteamericano se lo debemos a un solo hombre, una persona que dedicó prácticamente toda su vida a estudiar y documentar la cultura y forma de vida de las naciones indias. Bueno, quizá no sea justo decir que fue obra de un solo hombre, puesto que estuvo ayudado en muchos niveles por diversas personas, en mayor o menor grado, pero sí es correcto asegurar que él fue el generador, el motor de la idea que le llevó a dedicar 30 años de su vida a la tarea inmensa de catalogar aquellas culturas. Su nombre era Edward Sheriff Curtis.

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Puentes de Manhattan

new-york-dsc_0125_01Manhattan bridge.

EXIF: Cámara: Nikon D80 · 38mm · f7.1 · 1/160” · 200 ISO · sin Flash ni trípode.


Cuando los colonos holandeses llegaron a lo que hoy es la desembocadura del río Hudson y, según la historia oficial, compraron a los indios Lenape la isla de Manna-hata por 60 florines neerlandeses, unos 1000 dólares actuales, para fundar Nueva Amsterdam, poco podían imaginar que años después se habría convertido de facto en la capital del mundo.

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